La arquitectura de Springfield


Tras el trazo fresco y desenfadado de los dibujos de Matt Groening, hay un trabajo de análisis y síntesis de una realidad compleja para representarla con esa aparente simplicidad. Durante más de dos décadas, los Simpsons han ido tejiendo un retrato pop de la sociedad americana en el contexto de una cultura tardo-capitalista, desde la caída del muro de Berlín a la cultura global y digital de nuestros días.
La familia. Canon de la clase media americana, los cabezas de familia representan, por un lado, unos valores claramente tradicionales, conservadores y religiosos (Marge), y por el otro, una audacia y resolución provenientes no tanto de la valentía como de la inconsciencia, la temeridad, y frecuentemente la embriaguez (Homer). La combinación de estos dos caracteres antagónicos conforma el espíritu pionero americano. Los hijos Lisa y Bart presentan otra dicotomía recurrente en la serie, el divorcio entre cultura y ciencia por un lado, e individualismo y éxito social por el otro.
La casa. Evergreen Terrace representa el estilo de vida suburbano, la cultura drive-in y el centro comercial, desde una perspectiva similar a la Ciudad Genérica de Rem Koolhaas o la película The Truman Show. La casa nos es familiar desde el primer momento, con jardín, garaje, canasta, escalera de una tramada y sótano... podría ser la casa de Bill Cosby o Alf. La tensa relación con el vecino supuestamente perfecto refleja el carácter competitivo del gigante americano.
La ciudad. Springfield es una ciudad provinciana de localización ambigua. Sabemos que tiene un alcalde corrupto, brutalidad policial, estatua de su fundador, irlandeses, judíos e italianos, que desconfían de los forasteros, de su rivalidad con Shelbyville, y que unas veces tiene mar y otras montañas... lo que es como no decir nada. A esta deslocalización contribuyen el urbanismo y la arquitectura, vulgares y anónimos pero reconocibles (iglesia, ayuntamiento y badulaque recuerdan al Sim City), salvo algún guiño a Frank Lloyd Wright o cuando Frank Gehry construye el auditorio de Springfield.
Estados Unidos. Como dice uno de los personajes, el único país donde Homer Simpson no moriría de hambre. Groening cuestiona constantemente los grandes mitos y valores del inconsciente colectivo americano, desde su fundación, la conquista del oeste y las guerras, hasta la carrera espacial, la energía nuclear y la integridad de sus presidentes (sin haber visto aún a Obama, tanto los Bush padre e hijo como Clinton salen bastante mal parados). Sin embargo, admite implícitamente que este conjunto de tópicos crea la cohesión social necesaria en un país de inmigrantes.
El mundo. Groening hace un dibujo del mundo bastante simplista, en el que Europa es una civilización decadente que se ha convertido en la boutique del mundo, con capital en París; Gran Bretaña es presentada como una sociedad básicamente tradicional y hooligan; de Oriente muestra no tanto su poder emergente como las huellas de su pasado; Australia, tierra de catetos descendientes de delincuentes y prostitutas... Esta insistencia en las diferencias culturales y geográficas puede ser un recurso para crear situaciones divertidas para lucimiento de los personajes, o considerarse como un posicionamiento en contra de la concepción de un mundo globalizado.
El futuro. La prolongación natural del universo de Groening ha sido durante unos años Futurama, una especie de regreso al futuro ambientada en el año 3000, en el que humanos, robots y extraterrestres conviven en la capital de la Tierra, Nueva Nueva York. Sin embargo, esta traslación en el tiempo no es tanto un género de ciencia-ficción como una cómoda distancia desde la que proseguir la crítica del mundo moderno actual y de la condición humana en general.

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