En el panorama musical el autor considera que el rock ha agotado sus posibilidades expresivas y creativas en sus apenas cincuenta años de historia, seguramente durante la década de los 90. No habiendo cabida para la innovación y la experimentación en este terreno, ya sólo son posibles buenos ejercicios de estilo, en el mejor de los casos. En este sentido, Reynolds acuñó el término post-rock a mediados de los 90 para etiquetar un género que buscó nuevas vías a una disciplina estancada en la autocomplacencia y en el mercantilismo, reformulándose a través de un sonido más abstracto, atmosférico y a menudo instrumental, con bandas como Tortoise. Tal vez por su carácter excesivamente intelectual, la tendencia pronto cayó en el olvido.
Este agotamiento se ha hecho evidente en la primera década del siglo XXI. Bandas que han escrito las páginas más brillantes del rock, como Sonic Youth, sacan trabajos poco relevantes en el conjunto de su obra, mientras otras como los Pixies se reúnen para recrear su ilustre pasado en giras nostálgicas frente a audiencias masivas... por no hablar de los Rolling Stones. Los nuevos grupos, como Franz Ferdinand o Arcade Fire, emulan a hitos del rock de otro tiempo banalizando el significado de su legado. Otros más listos, como Panda Bear, hacen de su música un constante cut'n'paste, saqueando sin disimulo y deconstruyendo la historia de la música popular.
El fenómeno es extensivo así mismo a otras disciplinas. El cine hace constantes re-makes y secuelas de películas, o adapta a la pantalla vídeo-juegos, cómics y biografías. La publicidad apela a la nostalgia de los consumidores buscando la identificación del público mediante iconos generacionales. La arquitectura busca diferenciarse de su pasado, por lo que éste acaba condicionando su producción. La serie cuéntame, las cajas recopilatorias en la FNAC...
Esta tendencia hacia lo vintage, lo retro, el re-make y el reciclaje, esta retromanía que define nuestro tiempo, pone de manifiesto que el post-modernismo sigue estando presente tras años queriendo poner tierra por medio, y que un siglo tan rico y relevante como el reciente siglo XX, que conecta la revolución industrial con la cultura global, es la coartada para disimular la falta de ideas de una sociedad occidental no ya en crisis, sino en decadencia ante el crecimiento del gigante asiático.
"... queda mucho en el mercado que aún está por exprimir... y es la música para cerrar las discotecas, algo que bailar si el final se acerca...". Y a veces parece que sí está acercando el final, tal vez la nada, la nada del todo o del todo-vale, mismismo desolador.
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