El pasado fin de semana RUE estuvo suburbiando Madrid. Era obligada la visita a algunos de los buques insignia de la EMVS que a pesar de ciertas (y seguramente merecidas) críticas, fundamentalmente en materia presupuestaria, no puede decirse que no haya realizado un gran esfuerzo en materia de vivienda. De forma que a día de hoy, la arquitectura contemporánea más interesante de una ciudad de la envergadura de Madrid la conforman un puñado de edificios de vivienda colectiva; una excepción en el mapa de la mayoría de las capitales europeas, cuyo empeño persiste en colocar edificios emblemáticos y de firma en sus ciudades, suponemos que cada una a la procura de su pequeño efecto Guggenheim. Y por supuesto con resultados dispares (en algunos casos incluso disparatados).
Comenzamos por San Chinarro, un PAU que ya habíamos visitado en otras ocasiones, quizá el más conocido de los nuevos ensanches de Madrid ya que lo preside el edifico mirador, obra de MVRDV y visible desde múltiples puntos del norte de la ciudad, principalmente desde la M40, equiparándose así a otros iconos visuales de la ciudad como el hasta ahora estadio de la peineta o las nuevas torres de la ciudad deportiva del Real Madrid (que nos darían para varios posts, si es que algún día nos atrevemos a hablar del oportunismo en el urbanismo).
Siempre hemos admirado el edificio Mirador por su audacia a la hora de implantarse en el paisaje, la implementación de usos comunitarios, así como la desinhibida concepción tipológica de viviendas, uso de materiales... Muy propio de arquitecturas más inteligentes, como la holandesa y extremadamente poco frecuente por estos lares, en los que una de las estrategias proyectuales para la concepción de vivienda colectiva que más se practica es la clonación, estrategia refrendada por la torpe normativa vigente en materia de vivienda en las diferentes comunidades que conforman nuestro país (y la crisis que le asola).
Como decíamos, el edificio Mirador es un ejemplo de lo interesante que puede resultar un edificio de vivienda colectiva, pero lo que en esta ocasión confirió un carácter indispensable a la visita (hacía 4 años que no lo veíamos in situ), fue la conversación mantenida con uno de los vigilantes de la comunidad, que nos relató con estupor los problemas que los habitantes del mismo padecían: humedades y goteras bajo la plaza, caída de placas de pizarra, ascensores que no funcionan, acordonamientos sistemáticos de las zonas públicas generadas por la concentración de la edificabilidad en altura,… Al parecer la constructora se desentiende y prefiere ser demandada a reparar los daños. (Constructora que si mal no recuerdo, es propiedad de alguien que en un magistral golpe de efecto consiguió sustituir una ciudad deportiva por cuatro torres que representan el mayor grado de decadencia de la sociedad tardocapitalista en nuestro país... pero esto no es más que un vago recuerdo).
El hecho es que no hubo que escudriñar demasiado para confirmar que la ejecución del edificio es un auténtico despropósito, otra piedra más contra el tejado de los que pensamos que se deberían dejar atrás inercias del mercado inmobiliario que nos han llevado a donde ahora estamos…
En el mismo PAU de San Chinarro, pudimos ver otros ejemplos de edificios de vivienda que revestían cierto interés, otro más de los inconfundibles MVRDV, la sobriedad de João Luís Carrilho da Graça e Inês Lobo, la reinterpretación de la ballena de Burgos y Garrido y alguna que otra pieza que sobresalía respecto a un entorno extremadamente anodino.
Unos veinte minutos después por la M40 hacia el sur, llegamos a la nueva Vallecas, encontrándonos más de lo mismo, una nueva ciudad hostil en la que se depende del automóvil para cualquier situación, quizá un poco más humanizada que San Chinarro, pero descorazonadora al fin y al cabo. Fuimos directos a por el edificio de fachada de policarbonato de somosarquitectos y resultó una agradable sorpresa, ya que confería cierto carácter a la esquina que ocupaba. Tanto interior como exterior nos parecieron propios de un ejercicio de resistencia a lo anodino, resultando así un edificio en el que se retoman algunas formas de relación entre viviendas que ya parecían olvidadas.
En el resto de la visita pudimos ver algunos ejemplos más en los que poder albergar ciertas esperanzas hacia el futuro de la vivienda colectiva, la esquina de Rueda & Pizarro, la ¿torre? de estudio entresitio, así como algunos edificios de, a priori, enorme eficiencia energética.
Como punto final, un paseo por el Eco boulevard de Ecosistema urbano, dando una oportunidad al espacio público en un urbanismo que tanto se olvida de él.
El recorrido realizado se dejó muchas cosas en el tintero, como la visita a Carabanchel, una de las más deseadas, pero quedó pendiente para otra ocasión.
Lo más desconcertante de este tipo de visitas no es la proliferación de piezas carentes de interés, lo desesperante es observar que la trama urbana que se propone como solución a la vida en este nuevo siglo consiste en la creación de no-lugares, generando entornos carentes de identidad y que se fundamentan principalmente en la dispersión y segregación de usos que nos aboca irremediablemente a una perpetua in-sostenibilidad. (¿De qué nos sirve toda la eficiencia energética que exige el CTE si en nuestros nuevos barrios absolutamente todo el mundo necesita un coche por persona?). La impresión general era la de estar en cualquier parte, la misma que se puede tener en Sarriguren, Zabalgana, Mariturri o Valdespartera (por hablar de ejemplos más cercanos).
Menos mal que de vuelta al centro nos reencontramos con esa ciudad densa, en la que ocurren cosas a cada paso, y en la que hicimos lo que mejor se puede hacer en Madrid…
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