
La reconversión de una antigua carnicería en nuestro nuevo estudio de arquitectura supone la oportunidad de devolver vida a la plaza implementando un nuevo uso y estableciendo nuevas relaciones, lo que se refuerza con un único frente acristalado que potencia la relación interior-exterior, manteniendo además el letrero original para reivindicar el comercio tradicional a pie de calle.



El local se dispone en un espacio único y pasante en torno a una mesa que permite el trabajo de forma libre y flexible, fácilmente adaptable a distintas configuraciones, situando la zona más pública (reuniones y trabajo permanente) hacia la plaza, y la zona de servicio (office, aseo, almacenamiento) hacia el fondo.


El temor al lienzo en blanco nos ayudó a resolver la materialidad del estudio, mediante la sucesión alterna de planos de baldosa cerámica amarilla de pequeño formato, en contraste con el blanco predominante en el mobiliario y el material que habitualmente se suele emplear en arquitectura: el papel.




Trabajo de fotografía de Raul Montero.

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