Exploradores del vacío

A mediados del siglo pasado, especialmente en la década de los 60, la escultura comenzó a tomar un nuevo rumbo, invirtiendo los términos de la escultura clásica (figurativa o no), en la que la pieza se muestra como un volumen material y macizo. La nueva tendencia pasaría a considerar el vacío como componente fundamental de la disciplina, mientras la componente material de las esculturas asume la función de originar y cualificar dicho vacío. Un vacío no estanco, sino permeable con el exterior, que cuestiona los límites nítidos de la escultura 'maciza'.
Los trabajos de esa época de Donald Judd, Jorge Oteiza, Sol Le Witt, Tony Smith, Richard Long, Robert Morris y Walter de Maria ilustran esta tendencia de desocupación del centro o dispersión de la materia, que busca la generación de un vacío abstracto, poético o ideal. Otros, como Dan Flavin, apostaron directamente por la inmaterialidad.
Con el cambio de escala, la escultura vacía pronto pasaría a ser habitable o interactiva, aprovechando el potencial del vacío para generar situaciones, y un poco paso más allá, surgiría el land-art. La Spiral Hetty de Robert Smithson parece un malecón en espiral, pero lo importante es la interacción del canal resultante con las mareas y el oleaje del mar. Otro ejemplo es el cañón artificial de Michael Heizer en su obra Double Negative, en el desierto de Nevada, en la que se extrae del terreno una sección cuadrada sobre una vaguada, dando lugar a un vacío artificial sobre un vacío natural.
Las nuevas inquietudes espaciales de la escultura acercaría a ésta a terrenos hasta entonces reservados a la arquitectura. Tony Smith, antes de darse a conocer como escultor, fue arquitecto, llegando a trabajar para Frank Lloyd Wright. Vito Acconci ha seguido un camino inverso, de artista de vanguardia en los años 60 a casi-urbanista a día de hoy, con una importante carga sociológica en sus intervenciones.
Gordon Matta-Clark estudió arquitectura (su proyecto fin de carrera consistía en disparar con una pistola a las ventanas del aula donde se exponían los trabajos), y en su obra trata la edificación como un bloque o lleno en el que practica cortes y perforaciones. En su caso adopta especial importancia la propia acción de practicar vacíos, entendiendo la obra como un proceso (destructivo, en oposición al proceso constructivo tradicional).
Esta interacción con la arquitectura terminaría por influir en ésta, y hoy abundan los ejemplos de arquitecturas que adoptan una postura afín, entendida como una disposición del lleno (llámese materia, programa, o actividad) supeditada a la generación de un vacío (espacio natural, público o abstracto). En otras épocas la aportación de la escultura a la arquitectura ha tenido un carácter más ornamental o accesorio, no tan ligado a la propia concepción del espacio.

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